El bosque gallego

Parafraseando al periodista y escritor Wenceslao Fernández Flórez hay que decir que el bosque gallego es un “bosque animado”, un ente antropomorfo en el que árboles y arbustos cobran vida más allá de la propia de los vegetales, con sentimientos y reflexiones propias de los humanos. Así es en la obra del escritor gallego y así es en la tradición gallega en la que más allá de la animación de los árboles, el bosque acogía en su seno a seres extraordinarios, misteriosos y también temidos.



Los bosques gallegos son lugares mágicos, más aún si cuando se atraviesan es de noche y se pasa por alguna encrucijada de caminos. Las fuerzas misteriosas de la noche llenan de sombras, de ruidos extraños, de seres fantásticos, el lugar. No solo los ejemplos de Fenrnández Flórez describen el bosque del imaginario gallego, Cunqueiro, de quien este año se celebra su centenario, lo describe en muchas ocasiones, recordemos la selva de Esmelle en la obra Merlín y Familia. O algunos paisajes apartados, entre lugares y aldeas, en Romance de lobos o en las Sonatas de Valle Inclán. Lugares tan reales como los hayedos del Caurel y de la Sierra de Ancares, de los sotos de castaños y de los robledales de algunas zonas de la Ribeira Sacra, de las Fragas do Eume o del monte de la Curota, en la sierra del Barbanza.


El bosque gallego esconde las puertas entre los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, y por tanto, esconde también a los guardianes de esas puertas y a los que son capaces de transitar entre uno y otro mundo con total naturalidad. Esa relación con la muerte, tan presente en el argumentario tradicional de Galicia, y de los países atlánticos europeos, genera miedos, temores. Pensemos en la Santa Compaña y su procesión de ánimas en pena. Los restos arqueológicos del megalitismo gallego, antiguos castros, dólmenes, las encrucijadas de viejas corredoiras abandonadas, dan pie a que los bosques oculten también inmensos tesoros custodiados por seres fantásticos, por mouros y mouras, que poco o nada tienen que ver con los moros del norte de África, sino más bien con mujeres deseables, con hombres astutos que pretenden engañar al desprevenido, al incauto, maravillado ante las riquezas que dejan entrever.


En la tradición, en la sensibilidad, en las querencias de los gallegos, el bosque es fundamental, el bosque sigue siendo ANIMADO.

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