Solo los tontos creen en el amor



Que este título tan particular no nos equivoque, ni su ubicación junto a las llamadas novelas románticas en las estanterías de las librerías de Fnac, El Corte Inglés… Ni siquiera nos dejemos engañar por la cubierta a lo Lara Croft del periodismo. No se trata de un folletín amoroso ni de una novela romántica. Nada de eso. Solo los tontos creen en el amor (Esencia - Grupo Planeta) es una novela con una historia muy actual, con una protagonista, Lina Babia, que se enfrenta a lo que ella considera sus necesidades vitales básicas, a saber, un buen trabajo en la redacción de un programa de televisión y la necesidad de amar a alguien, pero también al maniqueísmo y a la perfidia. La novela se mueve entre los dos ámbitos, el laboral y el personal, que muchas veces se cruzan, de una manera muy fluida, muy creíble, natural, al margen de que el lector o la lectora se puedan identificar en mayor o menor medida con la protagonista o, muy probablemente, con alguno de los personajes sobre los que se articula la trama y que han sido perfilados con destreza. Como todos sabemos, no siempre es fácil mantenerse a flote en el trabajo, como tampoco lo es acertar en la elección de la persona con la que compartir amores, humores y tiempo, y ahí está el quid de esta historia.

La autora, Marta del Riego Anta, es periodista y conoce, por tanto, ese mundillo de las redacciones que ha quedado tan bien reflejado en su novela, la primera que publica. En ella demuestra su capacidad para crear una historia a partir de lo cotidiano con calidad literaria, muy buenos los diálogos y narración directa y a la vez evocadora.

Aunque la autora asegura que Solo los tontos creen en el amor no tiene nada de autobiográfica, no cabe duda de que tanto ella como Lina Babia, la protagonista, son periodistas, son leonesas, viven en Madrid y aprovechan la mínima ocasión para viajar, el resto es pura ficción. Tal vez, por poner algún pero que abunda en lo dicho al principio, Lina Babia busca el amor y el lector de su historia también, porque es huidizo, esquivo, pasional, o simplemente no es.

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