Dentro y fuera del Café Tortoni


Estos días resuenan en mis oídos aires porteños. No solo por la luctuosa noticia de la muerte de La Voz de América Latina, Mercedes Sosa, cuyo timbre peculiar y profundo permanecerá para siempre en mi memoria tras haber tenido la oportunidad de escucharla en concierto y en grabaciones. Dos canciones, sin ahondar en su vasto repertorio, Gracias a la Vida y Alfonsina y el mar, dedicada esta última a la figura de la gran poetisa argentina Alfonsina Storni, que la elevan a la condición de artista imprescindible.

Mercedes Sosa

Sino también, me refiero a los aires porteños, por las noticias que llegan desde Buenos Aires referidas a las lecturas de autores gallegos que realizan un puñado de gallegos, o de descendientes, en la sala que lleva el nombre de la poetisa en el mítico Café Tortoni ubicado en la Avenida de Mayo, muy cerca de la plaza del mismo nombre. Por cierto, uno de los escritores con más éxito en las mencionadas sesiones de literatura gallega ha sido Suso de Toro, me alegro.
Alfonsina y Mercedes sufrieron la enfermedad antes de morir. Alfonsina caminó decidida hacia las olas que besaban la playa en Mar de Plata y el mar devolvió a las pocas horas su cuerpo, convirtiéndola en heroína de las letras argentinas, en símbolo para toda una generación.

Alfonsina Storni

El Café Tortoni es un museo, un lugar de visita obligada para los que van a Buenos Aires desde cualquier parte del mundo. Sus paredes hablan de parte de su historia, en ellas se cuelgan homenajes eternos en forma de fotografías, escritos y esculturas, dibujos o pinturas, a personajes tan ilustres como Carlos Gardel, García Lorca o la propia Alfonsina Storni. Allí, en el Tortoni, se escucha tango, se baila tango, pero también otras músicas, otros ritmos.
Recuerdo una mañana tomando café en una de las mesas más próximas a la sala de actuaciones, hablando con el doctor Antonio Pérez Prado, médico, investigador, escritor y, sobre todo, gallego, autor de un maravilloso libro titulado Los gallegos y Buenos Aires en el que disecciona la presencia gallega en aquella desmesurada y convulsa ciudad que siempre ha desbordado creatividad y también complejos.

En el Café Tortoni con Pérez-Prado


Recuerdo una noche que empezó con decepción por no poder ver la actuación de dos parejas de tanguistas que se movían al son de la música interpretada por un sexteto en el que destacaba, como no, el bandoneón. Para mi consuelo, cené allí mismo, en el Tortoni, un bife de chorizo con ensalada bajo la atenta mirada de una de las bailarinas, mirada que se convertiría en sonrisa cuando me dijo: gallego ¿me llevás a España?

Eran malos tiempos, llenos de incertidumbres.

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