Panamá, un país por descubrir
Los panameños querían sentirse libres, sin tutores, sin hermanos mayores que les protegieran del mundo mundial, pero pocos meses, algunos incluso solo unas cuantas semanas después de la marcha de los gringos, lamentaron su ausencia. Los dólares dejaron de circular y quizás ellos todavía no estaban lo suficientemente preparados para gestionar un país que precisaba de urgentes reformas, incluida la del propio canal. Pero el panameño, es emprendedor y ocupa su espacio en el mundo, como país libre.

En la entrada al Canal de Panamá
Panamá constituyó la segunda fase del viaje que hice a Centroamérica con mi hermano Vi. Para ambos, llegar a la ciudad de Panamá constituyó una grata sorpresa, teniendo en cuenta que dejábamos atrás Costa Rica, el país mejor promocionado desde el punto de vista turístico de toda Centroamérica.


Nos hospedamos en un buen hotel, tal vez muy bueno, ya que en él también se encontraban alojadas las chicas que optaban a ser elegidas en aquellos días Miss Universo. La compañía, por tanto, no era mala.
Pero Panamá es más que una ciudad en la que las televisiones españolas se ven en los locales de ocio, cafeterías, restaurantes, etc. Panamá es un país tan atractivo como Costa Rica, con magníficos espacios naturales, con fauna salvaje, con zonas selváticas, y con playas a dos mares, al océano Pacífico y al Caribe. Pero también es atractivo turístico el canal por el que discurren lentamente grandes barcos con sus bodegas repletas que, cruzando la grandiosa obra de ingeniería, se ahorran jornadas de navegación bordeando toda América del Sur.
En las Exclusas de Miraflores, Canal de Panamá
Cruzar Panamá en coche es una experiencia. No es un país seguro, es necesario dejar constancia, pero viajar de día no es peligroso.
Nosotros nos acercamos al Caribe por Portobelo, el mítico puerto del que partían los galeones repletos de riquezas hacia España. Portobelo muestra al mundo las ruinas de sus cinco fortalezas, las que protegían el pueblo de los ataques de los ingleses y de todo tipo de piratas. La bahía, atacada en innumerables ocasiones, parece aún hoy inexpugnable.
Hoy Portobelo es un pequeño pueblo de pescadores, nativos y mestizos en su mayoría, que viven en humildes y limpias casitas, al amparo de dos de las viejas fortalezas y de la antigua y recién restaurada casa de aduanas. Allí nos sentimos inmersos en la historia y en historias que llegaron a nosotros a través de la literatura y del cine. Pero también muy cerca de aquellas gentes que salían a pescar en sus canoas, casi desnudos, ajenos a la tremenda humedad y los consiguientes mosquitos que a nosotros tanto nos afectaban. Próximos también, y admirados, por sus peculiares autocares, cada uno con su particular diseño (el tunning no me pareció tan urbano, tan neoyorkino), o por los escolares, impecables en su atuendo y sonrientes y extrovertidos con nosotros, que en excursiones visitaban tan histórico lugar.
Si hay que volver se vuelve. Panamá lo merece.
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