Alaska: Los espíritus del Gran Norte
A continuación os adjunto la introducción del artículo publicado en Más Allá. Lógicamente, los que queráis toda la información debéis buscarla en el ejemplar número 233 de la revista Más Allá.

La Aurora Boreal que fotografié en Seward, Alaska
Si queréis seguir leyendo con música, os ofrezco la posibilidad de escuchar dos temas relacionados, uno de Maná que hace alusión al puerto mejicano de San Blas y otro del canadiense Neil Young titulado Pocahontas. Solo tenéis que “picar” sobre cada canción en el reproductor de música de la derecha.
Durante más de un siglo, los ciudadanos del mundo nos hemos aproximado a las frías tierras árticas gracias al talento literario del genial escritor norteamericano Jack London. De su pluma salieron aventuras maravillosas como “Colmillo blanco” o “La llamada de la selva” y relatos estremecedores como los recopilados en “La quimera del oro”. En éstas y otras obras nos acercó a Alaska y al norte de Canadá como si de un cronista de primera mano nos estuviese describiendo la vida en aquellas inhóspitas tierras de lo que él llamó “el Gran Norte”. En ellas, además de las temperaturas extremas, muy por debajo de los cuarenta grados bajo cero en invierno, además de la fauna salvaje viviendo libremente por los bosques y estepas o en las profundidades de sus gélidas aguas, vivían los esquimales y otros pueblos, hoy conocidos como “Las Primeras Naciones”. Sus descendientes tratan de conservar y, en su caso, recuperar las viejas tradiciones, la forma de vida de sus padres y abuelos, gentes que creían y creen en los espíritus que protegen a animales y personas, a la tierra y al mar, y que probablemente se manifiestan en los estrellados cielos cuando en el firmamento reinan las auroras boreales.
Las auroras boreales, ese extraño fenómeno meteorológico que asombra a los visitantes de las regiones próximas al círculo polar ártico, fueron consideradas por algunas culturas, por algunas tribus de aborígenes o miembros de las autodenominadas “Primeras Naciones” de Alaska y de Canadá, como representaciones divinas que incluían mensajes de los dioses, algunas veces relacionados con calamidades, con desgracias, con guerras, pero mayoritariamente de carácter benigno, protector…
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