Realismo Mágico


Hablar de realismo mágico es enfrentarse a una manera de construir historias en las que se conjugan dos dimensiones aparentemente contrapuestas, la real, apoyada en lo tangible y la fantástica o irreal, apoyada en lo mágico, en la superstición, en el animismo.

Algunos escritores de la segunda mitad del siglo XX, fundamentalmente latinoamericanos, tienen obras que han sido marcadas con esa etiqueta definitoria, la del realismo mágico. Autores como Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Julio Cortazar, son claros ejemplos de esa manera de escribir. Pero, claro está, fueron obras como Cien años de soledad o El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez las que se convirtieron en verdaderos paradigmas de esa etiqueta, que gracias al famoso y ya lejano “boom” de la literatura latinoamericana se ha identificado con escritores de aquella parte del planeta. Sin embargo, yo pienso inmediatamente en Álvaro Cunqueiro y en obras como Merlín e familia y Un hombre que se parecía a Orestes.


También creo que el realismo mágico es algo más que literatura. Debe ser una actitud vital. Tal vez por ello, otras escritoras como Laura Esquivel, Isabel Allende, Daína Chaviano o Ángela Becerra, sigan transmitiéndonos sus historias tan cargadas de diferentes planos de la realidad.

Ángela me ha pedido que cuente historias de las que enriquecen el acerbo popular gallego, de las que hacen de Galicia, como de Colombia, de Perú, Cuba o México, lugares en los que se confirma cada día la pervivencia de todas esas realidades.

Peto de Ánimas


Todavía es costumbre, en algunos lugares de Galicia, velar durante un par de días la imagen bien del Santísimo, Cristo crucificado, o de la Virgen, la del Carmen o la Angustia, incluso otras variantes. Cada imagen se encuentra en una vitrina de madera con frente de cristal, a modo de pequeño altar, cuya base es un cepillo para las limosnas. Es portátil. Al atardecer, un miembro de la familia que lo custodia lo lleva a la siguiente casa, donde pasará otros dos días. Durante ese tiempo, las oraciones se rezarán de forma individual o colectiva delante del altarcillo, ante el cual estará encendida una vela. Antes de ser entregado a la siguiente familia se realizarán los donativos, introduciendo dinero en el cepillo.


En cierta ocasión, escuché una historia que hablaba de cómo una niña era la encargada de llevar el “santo” a la casa de los vecinos, para lo cual tenía que cruzar un pequeño bosque, pasar al lado de un “peto de ánimas” con velas encendidas y otras ofrendas, y alcanzar finalmente la casa, que por otra parte no se encontraba a más setecientos u ochocientos metros de la suya.

Pero un día la niña dio media vuelta. Sus padres al ver que no había entregado el “santo” en casa de sus vecinos quisieron saber el motivo. Ella, que nunca había tenido miedo, afirmó sentirlo. La noche se estaba cerrando, el viento azotaba cada vez con más fuerza y la lluvia no tardaría en llegar. El invierno avanzaba.

Cuando llegó su hermano mayor, de unos catorce años, éste se brindó a acompañarla. Cuando se adentraron en el bosque, la niña tiró de la manga de su hermano y sin decir palabra, señaló con un gesto a un hombre que estaba de pie junto al “peto de ánimas”. Los dos apuraron el paso, sin perder de vista al hombre. Cuando llegaron a su altura, ambos lo saludaron -“Boas noites, tío Antonio”-, apenas escucharon su respuesta, se santiguaron y continuaron su camino sin mirar atrás, sintiendo como el corazón se les salía del pecho, agarrados de la mano con tanta fuerza que se hacían daño, pero no importaba…

Entregaron la imagen del “santo” y pidieron al vecino si les podía llevar a casa en coche, que estaba empezando a llover y la niña se encontraba mareada. El rostro de la criatura debió convencer al vecino que sin titubear aceptó llevarles de regreso a casa. Cuando pasaron por delante del “peto de ánimas” vieron al viejo señor alejarse por un sendero, pero se dio media vuelta para mirarles y dedicarles una muy leve sonrisa.

En casa, ya a solas con sus padres, contaron lo sucedido. Padres e hijos se abrazaron y rezaron una plegaria. El tío Antonio hacía un mes que había sido enterrado.

Comentarios

  1. ola, pemón
    son c.
    pois aquí ando, mirando que fas
    non teño moito tempo, pero mirei a túa última actualización.
    a min o realismo máxico nunca me chegou ao corazón e por iso mesmo estou dacordo contigo en que é máis ca nada, ou antes ca nada, unha actitude vital.
    inda así, cando lin "cen anos de soidade", moitos dos meus prexuízos ficaron esquecidos.
    de tódolos xeitos, o meu escritor latinoamericano preferido é o señor sábato, así que xa ves por onde van os tiros.
    unha aperta
    seguiremos observándote:)

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